Intervención en el colegio Florencio Jardiel de Peñaflor
Ignacio Grávalos y Patrizia Di Monte
“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo”
(John Donne)
Como en las intervenciones anteriores de la máquina de bailar la idea de la ocupación del espacio resulta fundamental. La reflexión sobre los modos de apropiarse de los diversos lugares y de establecer relaciones individuo-espacio arroja luz sobre cuestiones educativas que en los últimos años están en constante transformación. Por tanto, la propuesta pretende cuestionar el uso discriminado que inadvertidamente se produce en los espacios de la educación y del ocio.
El patio del colegio se entiende íntimamente ligado al proceso educativo. Los tiempos entre clases no son entendidos como meros residuos temporales, sino las grandes oportunidades que se ofrecen al niño para complementar su educación y “construirse” a partir de los otros. Es el principal espacio de interacción, que por sus propias características se desvía de la educación reglada y que permite que surjan elementos tan importantes como la imprevisión y el azar. Sin embargo, todo ello está históricamente movilizado por una visión reductiva del juego, prácticamente monopolizada por el fútbol y que tiene la suficiente potencia como para derivar a otros espacios marginales el resto de actividades.
La intervención se ha realizado en un espacio existente entre el edificio original, la nave de aulas de reciente construcción, una zona de juegos, unos huertos y el campo de fútbol. Debido a su centralidad, tiene el valor de ser un espacio principal de comunicación, muy transitado y en el que el flujo surge de manera natural y espontánea. Se presenta como un eje de accesos que, más allá de su propia condición distributiva, tiene la potencialidad de convertirse en lugar en su sentido más antropológico (estar e interactuar).
Toda la intervención consiste en una acción “supergráfica”, pintada en el suelo y formada por una serie de círculos de diversas dimensiones conectados por unos recorridos formados por palabras. Los círculos son de color amarillo y las palabras blancas.
La elección del color amarillo viene condicionado por su condición de color vivo, brillante y con evidentes connotaciones psicológicas asociadas con la alegría, la diversión, el optimismo y el entusiasmo. Se trata de pequeños soles dispuestos a lo largo del colegio (¿Quién ha dicho que existe sólo un sol?). Estos círculos hilvanados van creando recorridos que conectan los diversos espacios existentes a ambos lados del eje.
Se pretende poner en valor diversos espacios que bien pueden permitir el desarrollo de otras actividades lúdicas y que, en este caso, tienen en la baile su leit motive principal. La propuesta responde a una triple voluntad: la pedagógica, la comunicativa y la paisajística.
La cuestión pedagógica
La intervención se enmarca dentro de un programa más amplio que se articula en torno a un ciclo pedagógico. Los niños a lo largo de varias jornadas ensayan diversos movimientos en los que aprenden diferentes relaciones cuerpo-espacio que van experimentando en una transición pautada de escalas (del aula al patio). El diseño está condicionado por estas cuestiones pedagógicas que ayudan a que el espacio exterior constituya una prolongación de lo ensayado en el aula, siendo entendido como un espacio de libertad.
La comunicación
La dimensión semántica de la intervención viene derivada por el respeto a la palabra. Se ha producido una reflexión sobre la consideración del lenguaje como expresión de las ideas. Las diversas palabras que se van sucediendo escritas en el suelo tienen que ver con cuestiones representativas de las posibles acciones que se dan en el espacio educativo y han sido consensuadas tanto con la organización del programa como con la comunidad docente,de modo que se establezca una relación inequívoca de lo escrito con lo deseado. La representación gráfica de deseos y acciones en torno a las palabras constituye una acción no menor debido a la constante presencia que tienen en el espacio conforma un imaginario en el niño, una palabra amable que el colegio transmite de modo lúdico.
La visibilidad de este espacio que se tiene desde la calle y desde el acceso principal al centro constituye al mismo tiempo una tarjeta de presentación del colegio frente a los diversos agentes (padres, familiares, vecinos, etc.) que perciben ya desde el mismo exterior del espacio una forma diversa e innovativa de tratar el patio. La cuestión comunicativa, reivindicada a través de su expresión gráfica, adquiere una voluntad de establecer una relación visual y emotiva con el contexto social que envuelve al colegio.
El paisaje educativo
La propuesta de diseño está basada en la idea de la educación como estrategia para el crecimiento personal. Desde un punto de vista proxémico, cada alumno constituye un espacio (físico y emocional) condicionado por su cultura, su entorno, su sensibilidad o su carácter. Y cada condición aislada está representada por círculos diversos que constituyen entornos de espacio psicológico que envuelven a cada una de los individuos.
Sin embargo, lo que pretende visibilizar la intervención, es el modo en que ese espacio individual se puede transformar a través de la educación y transformarse en una red, en una realidad más compleja. Aparecen así conceptos como la interacción, la flexibilidad, la adaptación, la unión, etc., que manifiestan que ningún individuo constituye una isla por sí mismo, sino que todos forman parte de una realidad más extensa que podríamos denominar sociedad.